Su e Giù, la carrera no competitiva de Campobasso

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Una carrera sin podio que se creó para unir

Hay una carrera en Molise, una carrera a pie para ser exactos, que desde hace más de 50 años une a amigos, conocidos o desconocidos, hace que la gente descubra una ciudad, se convierte en una excusa para la actividad física y, sólo como último recurso, compite.

En pleno otoño, desde 1974 se celebra en Campobasso el Su e Giù, una carrera organizada por el Gruppo Sportivo Virtus el segundo domingo de noviembre. Una carrera no competitiva nacida de una idea innovadora, casi loca por así decirlo.

La historia, como se preveía, empieza desde lejos. Y parte de la intuición de una persona, Nicola Palladino, estudiante de filosofía, entrenador, atleta y directivo de Virtus. Persona siempre llena de ideas originales, propuso una tan sencilla como a contracorriente y adelantada a su tiempo. Las ideas, que le rondaban la cabeza desde hacía tiempo, estaban todas ahí, pero aún faltaba algo. Se necesitaba algo que las mantuviera unidas, que las uniera.

¿Cómo combinar la mejora del centro histórico de Campobasso con un acontecimiento cultural que ponga a los niños en el centro de atención? Entonces, de la nada, surgió la idea. Una carrera no competitiva, sin límites de edad, sexo o género, que se celebraría en las callejuelas del centro histórico de la ciudad.

Fue una idea sin parangón que enseguida fue apreciada por los demás líderes, pero también por la ciudad, hasta el punto de que más de 700 personas participaron en aquella primera edición, dejando a la mayoría sin preparación. Desde entonces, el Su e Giù no ha dejado de encender los corazones de los habitantes de Campobasso, pero también de los muchos que cada año acuden a la ciudad desde otros municipios e incluso otras regiones.

No para competir, no para demostrar una fuerza, resistencia o velocidad superiores en el recorrido de unos 8 km que serpentea por las calles del centro histórico y los lugares más queridos por los habitantes de Campobasso. Sino para pasar un día diferente, en compañía de amigos y familiares y, por qué no, para hacer nuevos amigos espoleándose mutuamente, sobre todo a lo largo de las escaleras del casco antiguo que, casi al final del recorrido, bien pueden «romperte las piernas», pero desde luego no las ganas de participar, una vez más, en una carrera que, en realidad, no es una carrera.