El Diablo de Tufara

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Un diablo causa estragos el Martes de Carnaval

En las callejuelas de Tufara, un tranquilo pueblo del valle de Fortore, dominado por el antiguo castillo longobardo, todos los años el Martes de Carnaval se celebra una gran fiesta. Entre los gritos de la gente, unos de miedo y otros de alegría, aparece de repente el Diablo de Tufara, con sus siete pieles de cabra, su máscara roja como la sangre y su tridente en una mano.

Grita, salta, se contonea, y a duras penas consigue ser sujetado por los duendes que con grandes cadenas se esfuerzan por no dejarle escapar.

Acompañan al Diablo otras figuras vestidas completamente de blanco, en contraste con su significado: la Muerte. Éstas, armadas con la clásica guadaña, anticipan la llegada del ser y tienen un significado muy preciso. El Carnaval representa el renacimiento, el final del duro invierno y el despertar de la naturaleza con el primer sol cálido.

Los orígenes de esta figura se pierden en la noche de los tiempos. Probablemente representa al diablo convocado a la tierra por ritos paganos. En esta máscara se puede ver de nuevo la danza propiciatoria que realizaban los antepasados cuando se acercaba el final del invierno y despertaba la naturaleza.

Desde primera hora de la tarde, comienzan los preparativos con el maquillaje y la vestimenta de los participantes. Hasta la noche, entonces, es un continuo gritar y saltar alocadamente por las callejuelas de Tufara.
Con la oscuridad, entonces, se escenifica la muerte del Carnaval, con marionetas lanzadas desde el castillo y el Diablo abajo dispuesto a llevárselo consigo al inframundo. Pero Mamá vuelve a estar embarazada, lista para el Martes de Carnaval del año siguiente.